miércoles, diciembre 01, 2010

Final Nº 1

-En el año 1970 se necesitaba urgente a personas que navegaran en un barco. Esto que voy a contar pasó hace mucho. Fui marinero de un barco que, sin que yo lo supiera, iba hacia una isla en la que desembarcaban niños, hombres y mujeres. Por sólo ser morenos los llevaban a un pequeño territorio donde los tenían como esclavos. A las personas que eran blancas las dejaban en sus casas. Pensaba que un moreno entre los blancos no quedaba bien.
Los morenos se resistían a entrar en los contenedores. Recuerdo que un día a la noche... ¡Era un domingo! Estábamos en el océano y se levantó la marea. Era muy fuerte y el barco no aguantaba mucho los golpes de las olas. Asustados y nerviosos pensábamos que íbamos a morir, después de estar horas y horas en el océano soportando el oleaje.
Desde lejos vimos un barco y pensamos que podría ayudarnos. Hablé con el capitán y lo comenté sobre el tráfico de esclavos que hacía. Me sorprendió su forma de mirar y que pensara que no era un problema.
Mientras se calmaba la tormenta me dio curiosidad caminar por el barco. Caminaba y en un momento sentí un olor muy fuerte que me llevó a un contenedor color negro.
-¿Y qué viste?
-Vi personas muertas. En ese momento me arrepentí de muchas cosas.
Busqué la manera de salir de ahí porque me di cuenta de que el capitán era un loco. Pensé en matarlo mientras dormía.
Esperé a que se durmiera y fui hacia la cocina. Busqué un cuchillo para matarlo y de repente escuché a alguien. Los nervios se adueñaron de mí y empecé a temblar. Vi una sombra... y me escondí. Creí que era el capitán. Me levanté y apareció un hombre detrás de mí. Me di cuentas y era uno de mis rehenes.
Le pregunté cómo se había escapado y el no me contestó. Le propuse que me ayudara a matar al capitán y me dijo:
-¿qué haría usted por nosotros?
-¿Qué quieres que haga? -le dije y lo miré fijamente.
-Vayamos a buscar a las demás personas que dejaste en la isla y llévenos de vuelta a nuestros hogares –me contestó.
Le dije que ese no era mi trabajo, pero me contestó:
-Entonces, no hay trato.
No me quedó otra que decirle que sí, que cuando llegase a nuestro país hablaríamos y los dejaría ir a sus casas.
Fuimos a la pieza del capitán. Dormía... y como roncaba, se despertó. Nos agachamos, pero tomó la linterna, la prendió y vio a mi rehén. Tomó el arma que tenía bajo la almohada, pero lo tomé por los pies y los tiré para abajo. Mi ayudante le sacó el arma. Lo sentamos en una silla y lo atamos fuerte. Los marineros del barco nos ayudaron.
Fuimos hacia la isla a buscar a las demás personas. Subieron al barco y navegamos, navegamos y navegamos. Llegamos a nuestro país, hablé con nuestros senadores y con la presidenta. Dejaron que los rehenes estuvieran en el país pero a mí me sentenciaron a 40 años de cárcel.
-Pero... ¿Por qué?
-Por traicionar y no cumplir con el mandato que ellos me dieron.
-¿y qué pasó con el capitán loco?
-¡Ah! Lo metieron preso por matar personas y no cumplir con su mandato.
-No sabía esta historia. Una más para contar.

Rosario Vaquel y Florencia Pérez, 1º 2

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